Hablo desde la perspectiva de alguien que ha salido de Colombia, y gracias a Dios y con todo el respeto que se merecen quienes lo hacen, el destino no fue Estados Unidos. Salir de Colombia y llegar a encontrarse con miles de culturas que convergen en una ciudad de intercambios como lo es Graz en Austria, ha sido una de las experiencias más bonitas que he tenido en mi vida, y lo fue, porque con orgullo pude decirle a muchos que era COLOMBIANA, que los colores de mi bandera eran amarillo, azul y rojo, y que además el amarillo era un poco más ancho que los otros dos porque eso significaba la gran cantidad de oro, alegría, y maravillas que había en nuestro país antes de que los españoles nos conquistaran, quedando solo la alegría, el idioma y las maravillas después de que se marcharan, que el azul significaba el agua que nos rodeaba y que poseemos, lo cual para un austriaco resulta bastante envidiable, nosotros tenemos costas en los dos océanos ríos muy grandes como el amazonas y el magdalena, ellos en cambio no tienen mar, y el agua en Europa escasea, y que el rojo significaba la sangre derramada por nuestros compatriotas que nos liberaron del yugo español, y que nos hicieron una nación soberana e independiente. A diferencia de todas las personas de diferentes nacionalidades que me rodeaban, yo era la única (al igual que muchos otros colombianos) que sabía el significado exacto de la bandera de mi país, y que además la portaba como parte de mi atuendo diario en una manillita tejida que le compré a un artesano antes de irme. El compartir con otras culturas, te da la oportunidad de contarles a los demás con hechos claros, que Colombia no es el monstruo que CNN pinta, que no te van a secuestrar cuando te bajes del avión, que no todos somos traficantes, y que en la maleta no llevamos coca, que estudiamos y trabajamos duro, y que además superamos a muchos de países “muy desarrollados”; que Carlos Vives, Juanes y hasta Shakira (así muchos no lo creyeran) son colombianos, que Gabriel García también es parte importante de este hermoso país, y para mi sorpresa, debo admitirlo, hasta los húngaros lo leen, que aquí no hay estaciones, lo cual mi compañera de cuarto envidiaba como nadie, ya que odiaba el invierno con todas las fuerzas de su corazón, que las frutas caen de los árboles por montones de la forma más natural del mundo, y que aquí no son un lujo sino “el pan de todos los días”, que Betty la fea fue producida totalmente por nosotros, y que es resultado del talento colombiano, que aquí se habla español, como bien lo dice Juanes, quien ha demostrado que cantando en español también se puede triunfar, y eso lo supe el día que escuché “A Dios le pido” en la estación de trenes de Graz, y el día que ví el lanzamiento de su último trabajo en Die Zeitung (El periódico), donde había un comentario muy halagador hacia el colombiano que comenzaba a conquistar el mercado europeo, y que había llegado a un país de habla germana. Solo puedo decir que estando fuera quise mucho más a mi país, y entendí que si Dios y la vida me habían dado la oportunidad de salir de Colombia era para mostrarle así fuera a unos pocos que en Colombia lo que hay es gente buena, inteligente, gente con ganas de salir adelante, con sueños, con la convicción de que algún día la crisis se va a acabar, y por sobre todo gente amable y FELIZ, porque a pesar de todo, como nadie en el mundo los colombianos sabemos SONREIR SIEMPRE Y A PESAR DE TODO. Desde que volví, hace menos de un año han venido dos austriacos a visitar Colombia, (quienes se han ido con ganas de volver y con la prueba en sus cámaras digitales de que nada de lo que se decía era cierto). Este verano viene otra austriaca a visitarnos, y el siguiente viene de Polonia quien fuera mi mejor amiga en Graz. No sé si el hecho de que tan solo cuatro personas nos hayan visitado desde que volví sea muy poco, a lo mejor si, pero solo me queda el consuelo de que al menos habrán cuatro personas más en el mundo que han constatado que no todo lo que se creía y decía era cierto, y que si bien la situación es difícil algún día las cosas cambiarán, y Colombia brillará más de lo que actualmente brilla. Está en nuestras manos cambiar la imagen del país, si salimos esa es nuestra única misión hablar bien de nuestro país con palabras y con hechos concretos, mostrando nuestras cualidades, nuestra música, nuestra cultura y nuestras ventajas… y no la cara amarga de este hermoso país, quien sale no debe robar, o vender drogas, quien sale debe bailar y mostrar que aquí se saben hacer más cosas, y que los colombianos somos unos berracos porque a pesar de la difícil situación que afrontamos tenemos ganas inmensas de vivir, de vivir en Colombia, trabajando duro para que esto algún día cambie de una vez por todas. Estoy totalmente orgullosa de vivir en este país y de que en mi pasaporte diga claramente, nacionalidad: colombiana, aunque esto signifique que nos devuelvan en la frontera de República Checa, porque somos de los pocos países que no podemos entrar allí sin visa. De todas formas y como decía alguien que fue parte muy importante de mi vida: estoy segura de que el policía de inmigración que me devolvió y me hizo pasar una gran humillación un 23 de diciembre, jamás ha visto de cerca una palma de cera, un delfín rosado o a un papagayo volando.
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